miércoles, 10 de junio de 2009

Hay mucha incertidumbre (relato de Ricardo Murúa)


Hay mucha incertidumbre, dice al volante de una camioneta full, limited, cuatro por cuatro, tapizados de cuero, stereo con mp3, aire acondicionado, llantas de aleación, doble air bag, y otra serie de detalles que la hacen tan cara como ostentosa e inútil, por lo menos para trabajar. Hay mucha incertidumbre, repite bronceado, y es cierto porque las bolsas del mundo han caído inesperadamente, como suelen hacerlo las bolsas para los incautos, y hay cesanteados y despedidos en las grandes automotrices del mundo, en Detroit, en Brasil y aquí a pocos cientos de kilómetros. Tiene razón en su afirmación y se aleja poniendo primera mientras contesta el celular, y dice, y cree, que él es el anticristo porque basta que encare un negocio para que el mundo se caiga encima de todos, poderosos y débiles que no escapan a las consecuencias de su emprendimiento que consiste en un local que parece la pantalla de la nada.

Éste es mi refugio, mi terapia, explica sentado en su escritorio negro en el que un globo terráqueo sirve para que un vecino entre y en tono burlón le pregunte si vende terrenos también en África,  es realmente graciosa la ocurrencia. Para escapar de la humorada corre hasta el bar contiguo y pide  tres cafés a cuenta de la casa, o sea a cuenta de la dueña del bar, y nos convida cigarrillos mientras intenta escribir unos carteles en la computadora, recién comprada, pantalla LCD de 19 pulgadas, impresora multifunción, toda en color negro, muy elegante ciertamente.

El local tiene un cartel que dice Inmobiliaria Grupo Desain, y afiches muy bonitos en los que una familia tipo, esto es la parejita con un varoncito y una niñita, miran una casa recién terminada sobre una pradera que deberán pagar hasta en 120 mensualidades, siempre y cuando el señor no sea obrero de Detroit, de Brasil, o de aquí cerca nomás.

Hay mucha incertidumbre no vende esas casas, tampoco las alquila, ni vende o alquila lotes o galpones, en realidad nada que sea un inmueble está a la venta en esta pantalla de la nada. Perdón, sí hay algo en venta: su casa, y dos terrenos que hace poco usurpó, alambre y postes mediante. Pero quién compraría tales problemas al triple de su valor?

La computadora tiene la única función de servir de pasa música; él no sabe hacer otra cosa que tocar el botoncito eject, colocar el cd, tocar el mismo botoncito y tararear. También sabe mover el volumen de los parlantes, a izquierda o a derecha.

En los días previos a instalar su refugio terapia me atreví a insinuarle que dedicara sus esfuerzos a otro tipo de emprendimiento, que comprara una camionada de leña y la revendiera ni bien llegado el invierno, ya que no requería preparación especial y los clientes comprarían madera aunque él tuviese nulos conocimientos de fotosíntesis o de viverismo, caso bien diferente a los potenciales compradores o vendedores, locadores o locatarios de inmuebles que se retraen en sus demandas al percibir que el vendedor no conoce el significado de la palabra inmueble y que en su cara se manifiestan evidencias de pretender a toda costa apropiarse del dinero ajeno sin contraprestación alguna.

Mi advertencia amistosa fue criticada en mi entorno familiar: para qué te metés. Con franqueza, lo hice para salvar mi conciencia y poder esgrimir una defensa ante eventuales reproches de Hay mucha incertidumbre por no haberlo aconsejado en su oportunidad y evitar así  la debacle que se avecinó. Todo lo que puede fallar…

 

 

Debo unas cuantas facturas por los servicios de agua y energía eléctrica, nos cuenta convidando Marlboro; está amenazado de corte de servicio, y con dos niños pequeños y mujer no puede, porque si fuese por él viviría libre como un gorrión.

Los días en las sierras pueden ser aburridos, bucólicos, para decirlo de manera literaria, es entonces que la noticia de que posee unas acciones, de la cooperativa de servicios públicos, que pertenecían a la abuela y suman unos 800 pesos, según sus cálculos, y de que pretende pagar sus deudas de unos 600 con esos papeles, y de que con los 200 restantes cubrirá las deudas en la estación de servicio, para ir tirando, quiebra la monotonía, pone color en la tarde de otoño.

Cómo es que te pertenecen esas acciones?, es la pregunta que cae como fruto maduro sobre un colchón de hierba, rebota suavemente y nos alegra una vez más. Aquí tengo un papel  hecho en la escribanía en el que mis primos y mis tíos me donan las acciones. Según él, la escribanía es el lugar en el que se puede convalidar la cuadratura del círculo con sólo una declaración registrada prolijamente como hacen los escribanos en sus protocolos. Las escrituras, después de todo, ¿no son la palabra de Dios? Las conversaciones con él, no con Dios, suelen abrir al interlocutor atento toda clase de ingeniosas asociaciones.

Días después se produce una irrupción, ésta es la palabra que da significado a sus visitas; indignado nos muestra una carta con la respuesta a su petición de acreditar las acciones de la abuela a sus deudas y de recibir el saldo en moneda corriente, contante y sonante.

 

Sra. Socia

Llavar, María del Carmen

s/d

De nuestra consideración:

A través de la presente le comunicamos que por Resolución 223 del consejo de administración de fecha 11 de marzo de 2000, se fijó una cuota societaria mensual, para los socios no usuarios de servicios de $13.40 más impuestos.

Por tal motivo su cuenta registra una deuda a la fecha. Razón por la cual la invitamos a concurrir a las oficinas de la cooperativa en el horario de atención al público, dentro de los próximos 15 días, a regularizar su situación.

La falta de respuesta a la presente dará lugar a la cancelación de su inscripción como socio y a debitar lo adeudado de sus acciones que pudieran corresponderle como tal.

Sin otro particular saludamos atentamente.

Consejo de administración.

 

 

Es difícil leer la carta frente a su indignación, difícil no estallar en una carcajada. La respuesta de la cooperativa supera todas las expectativas, lo supera; es el absurdo en su estado puro teniendo en cuenta que la abuela falleció en 1984, hace casi 24 años

Cuándo falleció? Lo difícil se torna imposible. Ya te dije, en 1984.

Y a reír, no sabemos si nuestra risa lo contagia o alcanza a comprender la sinrazón de las relaciones entre él y la Cooperativa de Servicios Públicos La Rancherita Limitada.

Pide que hagamos una carta para presentar a la comisión, una carta amenazante con la promesa de acciones legales al infinito, con todas las reservas de derecho que hagan al caso, con las eventuales indemnizaciones por el lucro cesante y el daño moral derivado de la resolución 223, que pudo ser redactada por un humorista o por un estúpido burócrata, que en el fondo son la misma cosa.

Puestos en el compromiso de escribir, nuestra imaginación desbordada necesita hacer un esfuerzo para ser contenida, está desbocada. Cuando creemos que se mantiene dentro de un corral seguro, escapa sin poder evitarlo: y si le ponemos en la nota que pasen a cobrar la deuda por su domicilio, que los espera pronto.

Dura unos segundos su intención de ofenderse porque no comprendemos la gravedad del corte de luz y de agua, prende un Marlboro y estalla en una risa. Cara colorada, lágrimas que saltan de sus ojos, manos en la panza, uy, uy, uy, me descompongo, me descompongo, qué cerdos, dale escribí eso y les llevo la nota, por favor, mañana paso a buscarla, por favor.

Sabemos que mañana no vendrá, recibirá a unos interesados en comprar 400 lotes a la orilla del Río Anizacate, una enorme comisión desplazará su visita, la nota, el corte de agua y energía; desplazará sus extrañas acciones hacia otro

oscuro objeto que se iluminará en su imaginación.

 

 

2

 

Han transcurrido cuatro meses desde que empezó el invierno, ya no hace frío, ya no es negocio comprar una camionada de leña para revender, así como tampoco es negocio pasar cuatro horas a la mañana y otras tantas a partir de las cinco de la tarde en un local que no produce dinero. Es verdad que las terapias en las grandes ciudades son costosas. La que lleva a cabo Hay mucha incertidumbre es más costosa si tenemos en cuenta que no produce cambios en su conducta. Tal como afirma el Reverendo Shannon, personaje de La Noche de la Iguana, los seres humanos nos movemos en dos planos, la fantasía y la realidad; el problema es cuando ambos planos se hacen uno, como es el caso de nuestro vecino. Hace unas noches vino a nuestra casa luego de su terapia y nos hizo una consulta que hizo a mi mujer estallar de risa. Hay mucha incertidumbre primero se puso serio a punto de ofenderse, pero luego dentro de su psiquis la realidad le pegó un codazo a la fantasía por unos segundos y también estalló en carcajadas. ¿Qué les parece si vendo el fondo de comercio de mi negocio? Los tres nos reímos durante largos minutos en los que le preguntábamos si eso incluía la computadora y los muebles. Él, sin dejar de reír nos dijo que el que comprara el fondo de comercio debía hacerse cargo de los sueldos de la empleada que estaba a punto de contratar.

Entiendo por qué lo recibimos en medio del transcurso de apacibles siestas, por qué dejamos enfriar la comida en los platos para escucharlo y postergamos nuestras salidas al pueblo para comprar comestibles a riesgo de que los negocios cierren.

Hace tres semanas, en una noche en que la fantasía golpeó a la realidad por la espalda y la desmayó, Hay mucha incertidumbre nos hizo una nueva consulta. El dueño del local en el que funcionaba su terapéutica inmobiliaria, le propuso darle un camión con caja volcadora a cambio de su camioneta, más 10000 pesos. El Dodge tenía no sólo mecánica impecable de Mercedez Benz sino que  también venía con trabajo en una cantera de áridos de las que abundan en la zona. Antes que nada, dijo, es mejor que haga fletes con el camión mientras la empleada me atiende el negocio. Esa noche mi mujer no percibió que la realidad estaba fuera de juego y soltó: No caigas tan bajo, cómo vas a trabajar? Debí acompañarlo hasta la puerta para calmar su indignación con comentarios tales como, lo del camión es buen negocio, cuánto pagan por viaje?, hasta podrías poner un chofer. Este último dicho iluminó su cara y alejó su enojo. Claro, voy a poner un chofer. Cuando entré, mi mujer dijo que jamás haría lo del camión y que si lo hacía era capaz de poner un chofer. Otra vez las risas.

Hay mucha incertidumbre regresó anoche, entró en uno de sus naturales estados de euforia maníaca y, luego de criticar duramente a los dirigentes mundiales y nacionales, a los curas y a los rabinos, dar sermones sobre justicia y solidaridad, esfuerzo y sacrificio, nos narró su propuesta al dueño del refugio que ocupa, y digo ocupa porque pagó sólo un mes de alquiler. ¿Cuánto me das si me voy?

Lo fantástico, con el permiso del reverendo Shannon, es que el dueño del local le respondió que le diera un par de días para hacerle una oferta.

El local fue devuelto, devueltos los carteles a los dueños de la ciudad, una tarde sacó sus cosas, devolvió la llave y cerró para siempre su refugio, su guarida, canceló su terapia.

 

Digresión:

(Las enseñanzas de Buda han tenido sus manifestaciones en todos los lugares en los que se propagaron, así, hay budismo japonés, chino, e indio, entre otros. Una tarde iluminada no tuve mejor idea que hablarle del Karma a Hay mucha. Él fundó una nueva corriente de budismo que consiste en reírse de los males ajenos diciendo: que se joda, eso es por las malas acciones que hizo. El budismo jodete. Una tarde se presentó en el hospital en el que se hallaba internado un vecino a causa de una neumonía contraída en largas jornadas de cabalgar con frío, lluvia, y viento arreando ganado ajeno en una estancia, durante horas y horas desde el mediodía. El mismo vecino que a la mañana, desde temprano, prestaba servicios en la comuna y los sábados y domingos alambraba o cortaba el pasto para mantener a su familia. Hay mucha incertidumbre se acercó a su cama y le susurró: viste lo que te pasa por hacer mal karma? Acordate lo que te digo, dejá de hacer puterío o te vas a morir.)

 

 3

 

 Si no me dan aumento de sueldo no les devuelvo las herramientas. Sí, Hay mucha incertidumbre trabajó unos meses en la cooperativa a la que le reclama el cobro de las acciones de la abuela, a pesar de que sus conocimientos de electricidad se reducían a enroscar una bombita y a presionar el interruptor de un velador. Nuestro país es muy generoso, por eso andaba de aquí para allá recorriendo la villa con una vieja Chevrolet, una hermosa escalera de aluminio, una linterna poderosa y otras herramientas básicas de un buen electricista. De todas ellas decidió apropiarse el día que dejó a la villa sin luz, tal vez accidentalmente y sin remedio, a la espera de la satisfacción de su reclamo de ver su sueldo triplicado y reducido su horario a la mitad.

Si Hay mucha incertidumbre fuese un náufrago, sería un peque: niño naúfrago de entre seis y diez años. Los mayores de 10 años intentan organizar la vida del numeroso grupo, organizan la construcción de chozas, la recolección de agua en cocos partidos, el almacenamiento de frutos comestibles, establecen normas de conducta, y fundamentalmente, mantienen una hoguera encendida en un peñasco a fin de atraer la atención de algún barco o avión. Para eso necesitan la colaboración de todos. Claro que los menores, los peques, se abocan a las tareas durante un lapso breve hasta que se dispersan en juegos interminables en la playa y retozan entre las olas, juegos que se interrumpen cuando tienen hambre, miedo a la oscuridad, o dolor de estómago. Para esos momentos están los mayores. Una vez los peques dejaron apagar la hoguera a causa de los juegos mientras un barco pasaba frente a la isla, para alejarse silenciosamente. Ese día los mayores lloraron abrazados de impotencia y rabia, pero no golpearon a los peques. Hay mucha nunca leerá "El señor de las moscas".

Los mayores no denunciaron el secuestro de herramientas, le concedieron un aumento de sueldo, y nuestro peque fortalecido renunció al poco tiempo porque sí.

En otras de sus visitas, ahora pienso que él convertía en fantástica cualquier noche trivial, nos preguntó si éramos comunistas. Nos quedamos en silencio asombrados hasta que prosiguió. Yo a veces creo que soy comunista, las injusticias del mundo me revuelven el estómago, a ustedes no les pasa?

Sobre la mesa había un libro de Richard Ford, “La última oportunidad”. Lo tomó con interés, se lo ofrecí sabiendo que lo rechazaría. Esto es lo que me pasa a mí, es mi última oportunidad.

Él y sus hermanos habían vendido la casa materna en el centro de la ciudad. Se repartieron 120.000 dólares entre los tres de manera extraña ya que a él, luego de deducirle 14.000 que debía a la familia, le quedaron 30.000 y la gran camioneta por valor de 20.000. Hay mucha intentó explicarme una vez, la distribución, sin pedido de mi parte. Sólo me quedó claro que el martillero era el padrino de su hijo y el promotor de la instalación de aquella inútil y terapéutica inmobiliaria.

 

4

 Hay mucha incertidumbre tiene periódicas crisis con su mujer, coincidentes con sus crisis financieras que son permanentes, lo cual no obstaculiza que hace poco haya tenido un nuevo hijo. Cierta vez, en medio de una crisis lloró en nuestra presencia porque quería separarse y le daba lástima hacerlo. No quedaba claro cuál era el motivo de la lástima. Tratamos durante una hora de convencerlo de que debía encontrar la manera de ser feliz, que si esa relación no le hacía bien debía finalizarla por el bien de sus hijos, de su esposa y de él mismo. Cierto, nos dijo, mis padres se llevaban tan mal, se odiaban tanto, que hubiese sido preferible que se separaran, pero en aquella época no se hacía. Hasta ahí íbamos bien, a pesar de nuestro cansancio y aburrimiento, porque ésta era la tercera crisis financiero-matrimonial en un mes.

Y si la llevo a terapia?, nos preguntó. No entiendo cómo hacen los terapeutas para no agredir a sus clientes cuando escuchan pasajes inolvidables. Entiendo, sí, la razón de lo abultado de sus honorarios, y no me digan que es para comprometer a los pacientes con la cura, es para resarcir tanto daño psíquico, y los justifico.

La superioridad que él sentía en relación a su mujer, su infinita competencia para comprender, no sólo sus problemas sino también los de ella, se justificaba en la terapia que él había realizado en una oportunidad. Sí, una oportunidad, una sola vez que consistió en concurrir a un taller de autoconocimiento al que cada asistente llevó alguna cosa rica para compartir luego de narrar sus experiencias al grupo integrado por hombres y mujeres. Mujeres entre las que Hay mucha incertidumbre no perdió la oportunidad de halagar y seducir a una señorita entrada en kilos, una gordita según él, que vio levantada su autoestima en la cabina de la vieja Chevrolet que se bamboleó debajo de una arboleda durante unos minutos. Ese fue, entre sonrisas, el relato de su recordado tratamiento al que pretendía arrastrar a su mujer. Hay que hacer análisis, no hay caso, repetía convencido. En última instancia, si de salvar su matrimonio se trataba, no se resistiría a una terapia de pareja, y él solito se convencía: así se da cuenta de lo que tiene que agradecerme.

Cuando lo empezaba a dominar el sueño, luego de esas sesiones que progresivamente aumentaban mi sinceridad, mi bestialidad decía mi mujer, se retiraba. Una de aquéllas quedó grabada en nuestra memoria. Nos pidió una película para esa noche de crisis. Nuestros refugios en medio de las sierras, rodeados de amigos como Hay mucha, eran la lectura y el cine; nuestra videoteca era considerable. Le ofrecí algunos títulos para distraerse: policiales, de suspenso, en particular "Psicosis". Nos sorprendió una vez más. Quiero algo para ver con ella y reflexionar. Yo pensé inmediatamente en "Saraband" de Bergman pero me pareció desproporcionado. Reflexionar sobre qué, le preguntó mi mujer. Algo, no sé, algo que ella vea para que cambie.

Estuve a punto de darle "Nosferatu, el vampiro", pero se llevó el mediocre novelón "El amor en los tiempos del cólera". Y le gustó.

Cierta vez, Hay mucha incertidumbre encontró un parecido extraordinario entre un vecino y la pequeña hija de otro vecino. La infamia es un almohadón de plumas despanzurrado al viento. La voces rebotaron en las casas en pleno invierno y las consecuencias no se hicieron esperar. Una vecina fue secuestrada con el propósito de robo, la casa de otro sufrió la rotura, a mazazos, de una de sus paredes, un enorme dogo blanco fue ahorcado, como en "Doce monos", una lancha robada se estacionó en los fondos del terreno de otro vecino desprevenido que fue a parar a la comisaría, alguien murió y todo mostraron los dientes, como en "Dogville".

 

 5

 

 Nuestra vieja camioneta Ford modelo 66 es ahora el trofeo que falta en su vitrina de sueños. Me dan 28 mil pesos, su chata y les doy la Ranger; mejor negocio imposible. Por supuesto descontamos la deuda de patente que nunca se pagó y todas las infracciones y multas que correspondan. No hay problema dice, seguro de que uno desembolsará el dinero y se lucirá feliz en el nuevo problema.

Decepcionado ante el cierre de esta última puerta, dilapidado el dinero de la venta de un departamento, de la parte de la casa de la madre, del fruto de la venta de un auto que heredó de su padre, separado del trabajo en la comuna y del de la cooperativa por propia decisión, dice, en tono de reproche: nadie piensa en la solidaridad.

Una frase final nos dejó meditando: para comer siempre habrá.

Todavía anda por el pueblo con su camioneta, diciendo a quien lo quiera oír que hay mucha incertidumbre, que lo peor no llegó, que todo está muerto, y que en cualquier momento vende todo y cambia de vida, bien lejos de todos.

Brasil no es un  mal lugar.