miércoles, 28 de julio de 2010

Sermón del Reverendo T.S.Shannon



Sermón: “Espíritu de la verdad” a cargo del reverendo T.S.Shannon
“Que las palabras de mi boca y la reflexión de mi corazón sean aceptables ante tus ojos, Señor, mi fortaleza y mi redención.
El sermón de hoy proviene del libro de proverbios, capítulo 25, versículo 28: “El hombre que no tiene control de sí mismo, es como una ciudad abierta, sin muros”
Al examinar nuestros corazones, en este lugar de culto, pregunto: ¿cuántos de nosotros podemos decir, gobierno mi propio espíritu? ¡qué débil es el hombre! ¿Cuántas veces, cuántas veces, cuántas veces…nos apartamos del camino recto y angosto? Pues sólo cundo obramos en Dios somos ciudades con muros. Sólo así nos defendemos de Satán y sus tentaciones. No podemos gobernarnos solos. Dios es nuestra única, nuestra única ayuda, y nuestra salvación…
¡ Muy bien, ya lo saben! ¡Por eso están aquí! ¡Para ver esta ciudad abierta!
“Cuando dos o más se reúnen en mi nombre”…dice la Biblia, pero no están aquí por ella. Reemplacemos las palabras. Reescribamos esta oración. Cuando dos o tres, cuando veinte o treinta, doscientos o trescientos se reúnen para murmurar, para juzgar, ¿a quién?...sí, a un hombre de Dios. Lo que ya todos saben de su pastor y guía espiritual, que es descendiente de un clérigo, nieto de dos obispos. Hubo ramas secundarias de la familia que buscaron el peligro y les arrancaron la cabellera, hombres con corazón de hombres, corazones salvajes y libres. Conocieron el hambre y saciaron su apetito, apetito que yo he heredado. ¡Los desafío! ¡Shannon los desafía! ¡Saquen sus hachas, prepárense para arrancar cabelleras! ¡Afilen cuchillos y arránquenme la cabellera!
Me niego a continuar dando misa en alabanza y adoración a este viejo enojado y petulante en quien creen. Le dan las espaldas al Dios del amor y de la compasión, adoran al que culpa al mundo y a su creación, por sus propias falencias.
¡Cierren sus ventanas y sus puertas! ¡Cierren sus corazones a la verdad de Dios!”

Monólogo con que inicia la película “La Noche de la Iguana”, basada en la obra de Tennesse Williams, adaptada y dirigida por John Houston, protagonizada por Richard Burton, Ava Gardner y Deborah Kerr

lunes, 26 de julio de 2010

El tercer hombre



Sabes, nunca me sentí cómodo en esta situación. ¿Víctimas?, no seas melodramático. Dímelo, ¿ te daría pena que alguno de aquellos puntos quedara inmovilizado para siempre? Si te ofrecieran 20.000 libras por cada punto inmovilizado…¿ rechazarías la oferta? ¿ o sacarías la cuenta de todo lo que podrías hacer con ese dinero?. Libre de impuestos, mi viejo, libre de impuestos…la única forma de ahorrar dinero en estos días.
Aquella cárcel está en otra zona, no hay nada que me incrimine, aparte de ti. Porto una pistola, no creo que busquen una herida de bala en un cuerpo caído desde esta altura.
Holly, somos tontos al hablarnos en estos términos, como si yo pudiera hacerte algo o tú a mí. Tienes una cierta confusión respeto a todo esto, eso es todo. Nadie piensa en términos de vidas. El gobierno no lo hace, ¿por qué habríamos de hacerlo nosotros?
Hablan de la gente, del proletariado, yo hablo de mamones e incautos, es la misma cosa. Ellos hacen su planificación a cinco años, y yo también.
Aún creo en Dios mi viejo, creo en Dios y en la misericordia y todo eso. Pero los muertos están más felices muertos, no tienen mucho que echar de menos, los pobres diablos. ¿ En qué crees tú ? No seas tan sombrío, después de todo no es tan terrible, recuerda lo que el tipo dijo: en Italia, durante 30 años, bajo los Borgia, hubo guerras, terror, muerte, sangre. Pero produjeron a Miguel Angel, a Leonardo Da Vinci, al Renacimiento. En Suiza hubo amor fraterno, tuvieron 500 años de democracia y paz, ¿ y qué produjeron ?: el reloj cucú. Hasta la vista Holly.
(Película: “El tercer hombre”, dirigida por Carol Reed. Extracto del diálogo entre Holly Martins (Joseph Cotten) y Harry Lyme (Orson Welles). Si bien el guión de la cinta pertenece a Graham Greene, el párrafo en que se compara al período de los Borgia con la democracia suiza pertenece al propio Welles, quien lo introdujo con el consentimiento del director y del guionista. )

miércoles, 2 de junio de 2010

Frases de películas


Título: "Cliente muerto no paga" Género: Comedia negra. Director: Carl Reiner. Año: 1982
"Perú es un país en el que escriben problemas con v, y si los corriges, te matan" Rigby Beardon (Steve Martin)

Título "La mujer pantera" Suspenso fantástico. Director: Jacques Tourneur. Año: 1942
"Es extraño, los gatos siempre se dan cuenta si hay algo que no está bien en una persona" Ollie a Irena.

Título: "Casablanca" Género: melodrama. Director: Michael Curtiz. Año: 1942
"Sé que nunca tendré fuerzas para dejarte otra vez" Ilsa a Rick, (y sin embargo lo deja otra vez).

Título: "El mago de Oz" Género: Musical infantil. Director: Víctor Fleming. Año: 1939.
"Los corazones nunca serán prácticos, hasta que puedan hacerse irrompibles".

Título: "Pacto de sangre" (Perdición). Género: cine negro. Director: Billy Wilder. Año: 1944.
"¿Cómo iba yo a saber que a veces el asesinato tiene un aroma parecido al de la madreselva?" Walter Neff
"Nunca llegarás a la frontera, ni siquiera al ascensor" Keyes a Neff cuando éste, moribundo, intenta huir.

Título: "Sunset Boulevard" (El ocaso de una estrella). Género: cine negro. Director: Billy Wilder. Año: 1950.
"Yo no soy grande, son las películas las que han empequeñecido". Norma

Título: "Gilda" Género: melodrama. Director: Charles Vidor. Año: 1946
"Las estadísticas demuestran que hay más mujeres en el mundo que cualquier otra cosa, excepto insectos". Johnny Farrel

domingo, 28 de febrero de 2010

Las islas afortunadas

Se nos pregunta por qué viajamos. El viaje puede ser, para los espíritus faltos de una fuerza siempre intacta, el estimulante necesario para despertar sentimientos adormecidos en la vida cotidiana. Se viaja, entonces, para recoger en un mes, en un año, una docena de sensaciones raras; quiero decir, aquellas capaces de suscitar ese encanto interior sin el cual nada de lo que se siente vale la pena.

Se pasan dos días en Barcelona visitando iglesias, jardines, una exposición, y de todo ello no queda sino el perfume de las flores opulentas de la Rambla de San José.¿Valía la pena molestarse? Evidentemente sí.

Cuando se ha leído a Barrés, nos figuramos a Toledo bajo un aspecto trágico, y tratamos de emocionarnos a la vista de la Catedral y de los Greco. Vale más vagar con desgano o sentarse al borde de las fuentes para ver pasar a las mujeres y los niños. En ciudades como Toledo, Siena, he contemplado largamente las ventanas enrejadas, los patios interiores con sus fuentes, y las paredes espesas y altas como murallones. Durante la noche me paseaba a lo largo de esos muros ciegos como si de ellos hubiera debido recibir alguna enseñanza. ¿Qué hay detrás de tales obstáculos? Precisamente, ¿qué nombre dar, sino el de amor, a todos esos obstáculos siempre presentes, de misterio siempre sospechado? (De cierta clase de amor, por supuesto; no la de los héroes de George Sand, claro está).

Se puede viajar, no para huir, cosa imposible, sino para hallarse. El viaje se convierte entonces en un medio, como los Jesuitas emplean los ejercicios corporales, los budistas el opio, y los pintores el alcohol. Una vez servidos, una vez llegados a la meta, rechazamos con el pie la escalera que ha servido para subir. Se olvidan los días desmoralizadores del viaje por mar y los insomnios del tren, cuando hemos logrado reconocernos (y sin duda alguna otra cosa más allá de uno mismo), y tal “reconocimiento” no ocurre al término del viaje que hacemos: a decir verdad, cuando ello tiene lugar, el viaje se acaba.

Resulta pues muy cierto que en esas inmensas soledades que debe atravesar el hombre desde el nacimiento hasta la muerte, existen algunos sitios, algunos momentos privilegiados, en los cuales la vista de un lugar actúa sobre nosotros, a modo de un gran músico sobre un instrumento trivial que, hablando con propiedad, revela a sí mismo. El falso reconocimiento es el más verdadero de todos: nos reconocemos a nosotros mismos; y cuando ante una ciudad desconocida nos asombramos como ante un amigo olvidado, se trata de la más verídica imagen de nosotros mismos que nos es dado contemplar.

Los grandes paisajes luminosos de Toscana y de Provenza, donde vemos llanuras imposibles de medir con la vista, y donde sin embargo todos los detalles aparecen escritos, esos paisajes de Lorena, son más propicios que otros a esa clase de revelación. Me escribió un amigo desde Siena, luego de un mes de viaje agradable, que al ocupar a las dos de la tarde la habitación que se le destinaba, cuando por los postigos abiertos vio un inmenso espacio donde remolineaban árboles, cielos, viñedos e iglesias: esa admirable llanura que Siena domina desde lo alto y que le parecía ver a través del ojo de una cerradura (su habitación no era sino un punto negro), se puso a sollozar. No de admiración sino de impotencia. Comprendió (porque no dudo de que se trató de un arrebato del espíritu antes que del corazón), comprendió todo lo que no podría hacer, la vida mediocre que estaba condenado a soportar, vio realizada en un instante la andanada de sus aspiraciones, de su pensamiento, de su corazón. Se le ofrecía todo y no podía recibir nada. Me dijo que en este punto había tenido conciencia por primera y última vez del carácter definitivo de una separación que hasta ahora había considerado como provisoria y que sin embargo él había sido el único en querer. (1)

Es cierto que algunos espectáculos, la bahía de Nápoles por ejemplo, las terrazas floridas de Capri, de Sidi-Bou-Said, son perpetuas apelaciones a la muerte. Lo que debería colmarnos, ahueca en nosotros un vacío infinito. Los lugares más bellos, las más hermosas riveras, están pobladas de cementerios que no se encuentran allí por azar; allí se ve el nombre de aquellos que, demasiado jóvenes, han sucumbido al pánico, ante tanta luz proyectada sobre ellos. En Sevilla, si se omiten los palacios, las iglesias, el Guadalquivir y el resto, la vida resulta agradable por muchas razones; pero no se siente realmente la atracción profunda del lugar sino cuando, al tratar de subir a la cúspide de la Giralda, el guardián se interpone: “Hay que subir de a dos”-dice-“pero, ¿por qué?” –“Hay demasiados suicidios”.

La belleza de los grandes paisajes no está proporcionada al poderío del hombre. Si los templos griegos son minúsculos, es porque fueron construidos para refugio de hombres perdidos en una luz sin esperanza, en un espectáculo sin medida. ¿ Por qué se dice que un paisaje es alegre? El sol hace el vacío y el ser se encuentra cara a cara consigo mismo, sin ningún punto de apoyo. En todas partes el cielo interpone sus nubes, sus nieblas, sus vientos, sus lluvias, y vela al hombre su podredumbre so pretexto de ocupaciones y preocupaciones…Admiro la descripción que hace Rousseau de su felicidad en la Isla Saint-Pierre:

“Las épocas de los más suaves goces y de los placeres más vivos no son aquellas hacia donde el recuerdo me atrae y me toca más: esos breves momentos de delirio y de pasión, por vivos que puedan ser, no son sin embargo-precisamente por su vivacidad-sino puntos desparramados en la línea de la vida. Son demasiado raros y demasiado rápidos para construir un estado; y la felicidad que mi corazón anhela no está compuesta de instantes fugitivos, sino de un estado simple y permanente, que nada tiene de vivo en sí mismo, pero cuya duración aumenta el encanto hasta el punto de hallar por fin en ella la suprema felicidad.”

Pero la suprema felicidad que Rousseau cree haber hallado en el lago de Bienne, y que tan bien describe como “un estado simple y permanente”, ¿no puede pasar antes por un entorpecimiento? Rousseau trata de ocultarse su propia miseria y su propia muerte. Me parece que la suprema felicidad para algunas almas (a las que no puedo sino admirar) no se separa de lo trágico: es la cima de lo trágico. En el instante en que el tumulto de una pasión llega al paroxismo, en ese preciso momento, se hace un gran silencio en el alma. Para tomar un ejemplo próximo, el silencio de Julien Sorel en la cárcel. Es también el silencio de los peregrinos de Emmaus. Es el silencio de la primera mañana de Pentecostés. Creo que sólo Rembrandt ha sabido expresarlo completamente. Se percibe que un segundo después de ese instante la vida va a regresar, pero entre tanto, está suspendida de algo que la sobrepasa infinitamente. ¿Qué? No sé. Ese silencio está poblado, no se trata de ausencia de ruido o de emoción.

(1) Los seres demasiado débiles tienen tentaciones contrarias a las de los santos: están tentados de rechazar.

Cuando vivía en Nápoles, iba todas las mañanas a la Villa Floridiana, que domina el Golfo, y me paseaba fumando cigarrillos hasta el mediodía. Esas horas de ocio me han nutrido más que las horas afiebradas de París. Lástima que en un decorado tan penetrante, todo o casi todo el mundo esté en este siglo ocupado en trabajar. Que se trabaje en París, en Londres, lo admito. Pero donde reinan perpetuamente el sol y el mar, hay que contentarse con gozar, con sufrir y expresarse. ¿A qué remover el barro del planeta cuando se vive en el centro de las cosas? Y mientras lentamente resonaba el toque de las doce y se escuchaban los cañonazos del fuerte Saint-Elme, un sentimiento de plenitud, no un sentimiento de felicidad sino un sentimiento de presencia real y total, como si todas las fisuras de un ser estuvieran taponadas, se apoderaba de mí y de todo lo que me circundaba. De todos lados afluían torrentes de luz y de alegría que estanque en estanque caían para ir a cuajarse en un océano sin orillas. En este momento (el único) me aceptaba por la sola adhesión de los pies al suelo, de mis ojos a la luz. Y en el mismo momento, en todas las riveras del Mediterráneo, desde lo alto de todas las terrazas de Palermo, de Ravello, de Ragusa y de Amalfi, de Alejandría, de Patrás y de Estambul, de Esmirna y de Barcelona, millares de hombres estaban como yo, reteniendo la respiración y diciendo: Sí. Y pensaba que si el mundo sensible no es sino un ligero tejido de apariencias, un velo de quimeras cambiantes que rasgamos al llegar la noche y que nuestro dolor trata en vano de barrer, hay sin embargo hombres que, primeros en el sufrimiento, reforman ese velo, reconstruyen esas apariencias, y hacen reaparecer la vida universal que sin ese impulso cotidiano se agotaría como un manantial perdido en los campos.

Me hablan, me hablo a mí mismo, de carrera a seguir, de obra a crear…de una meta en fin, de tener una meta. Pero esas instancias no llegan a lo que en mí hay de más profundo. La meta, la he alcanzado algunas veces, y nuevamente me parece (esperanza casi siempre errónea) que soy capaz de alcanzarla. Mi objetivo no depende del tiempo.

Y sin embargo no he logrado alcanzarla sino en las más humildes condiciones y por un cabal efecto de la gracia. Tal vez un día, habiendo subido a pie con un amigo hasta Ravello, que domina el Mediterráneo desde sus palacios normandos y bizantinos, conocí, sin haber sido de ninguna manera preparado, una plenitud. Echado de boca sobre las piedras de la Terraza Cimbrone, me dejé penetrar por los juegos de la luz en los mármoles. Mi espíritu se extraviaba en los juegos de esa transparencia, de esa resistencia, y luego se recobraba por entero. Me parecía asistir al espectáculo ante el cual se extravían todas las inteligencias: a un nacimiento; el mío. ¿Otro ser? ¿Por qué otro? Y me parecía que solamente en ese punto se empezaba a existir.

He ganado-me repetía ese día (era Navidad de 1924). He ganado. Todo el mundo pierde y luego trata de recobrarse, pero en vano. Yo, a esa hora que sé, en ese lugar que puedo decir, he ganado de un golpe todo lo que se podía ganar. No sé si me hago entender: pero estoy seguro de haberlo ganado todo. De un solo golpe y sin ningún mérito. Por mérito se adquiere lo que sea, pero en un solo minuto, ¿ se puede de veras…?

Advierto que esto que escribo es profundamente inmoral. Estamos de acuerdo en condenar las loterías. Odiamos el azar, organizamos el porvenir.

Luego de los momentos que he dicho, ¿se puede vivir? Se sobrevive, eso es todo, a la espera de un nuevo momento imprevisible. Pero ¿qué importa si me ha sido dado ganar? ¿Se percibe bien la fuerza de esta palabra? De cero se pasa al infinito. He ganado. ¿Qué hay con el porvenir? Pero luego, dirán, se recae en la nada. Sin duda, pero queda ese tenue hilo de luz que persigue hasta dentro del sueño y que advierte que antes…Y por qué en una milésima de segundo no sería yo precipitado nuevamente al fondo de ese ser más interior que yo mismo?

Flores que flotan en el mar y que se descubren en el momento menos pensado, algas, cadáveres, gaviotas dormidas, vosotras, heridas por las quillas, ah, mis islas afortunadas! Sorpresas de la mañana, esperanzas del atardecer, ¿volveré a verlas alguna vez? Las únicas que me liberan de mí, y en las que puedo reconocerme. Espejos sin baño de mercurio, cielos sin luz, amores sin objeto…