lunes, 15 de abril de 2013

Bellísima

Cuando la muerte canta dentro mío se acallan todos los coros conocidos. Ella me llama como una amante en celo, sin palabras, con códigos cómplices, consabidos. Se preanuncia en la pesantez del día, a penas transitado de rutinas, esas que esconden esos círculos pardos, florecidos temprano en la mano que escribe. A los espejos los evito trabajosamente, pero los párpados son testigos del olvido. Si has visto un cuerpo sobre una mesa fría, desvanece tu fe, eres como aquel perro amado que murió cuando eras niño. A golpes de humo desbaratas las insultantes formas de unos yesos santificados, malvestidos, mientras escupís la marioneta que esconde al dios de tu destino. Recuerda que el fin perfora las vanidades. La muerte canta en melodía atonal, canta, hermana y silencia todos los llantos antiguos.

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