El tipo se llama Osvaldo Aniceto, hijo de chaqueños muy mayores; anda por los cuarentitantos y hace poco acaba de casarse con una mujer más joven , hija de padres formoseños con mal de chagas, como ella que se ha enterado hace poco, y que por eso anda con un aparatito a cuestas que mide el ritmo del corazón, un holter que al sindicato docente le cuesta unos cuantos pesos por día, pero para eso está.
El Osvaldo se ocupa de ocultar sistemáticamente el nombre Aniceto. Ella, de la misma manera se ocupa de revelarlo, en una especie de pública venganza, porque él es de lo más putañero, que no es lo mismo que mujeriego porque para mujeriego no le da el aspecto, ni lo ayuda el seseo al hablar que le ofrece un tono afeminado, bien en contrapunto con ese rostro que los ancestros tobas matacos le legaron , sumado al corte policial de su pelo duro. Cierto es que la ginebra a toda hora y el Falcón verde agua full full, nuevo, más de una vez casi lo eximen de desembolsar la plata para el encame; la ginebra porque le otorga apariencia de ser humano al ponerle una sonrisa, y el auto porque le agrega unos
Ellos tuvieron una hija, hecho que alegró al Aniceto porque contradice el mote de puto al que los presos le hacen honor a diario. A ella por el mismo motivo sumado a la seguridad de que él no podrá echarla de la casa que hicieron juntos en Ezeiza; más bien ella lo echa en cualquier momento que nunca va a llegar, pero por las dudas
Ella no es mala chica dicen las vecinas; las vecinas tampoco son malas chicas dice ella, y se podría agregar que el mundo no está hecho de mala gente y está como está ya que no ser malos no los convierte en buenos, dice el capellán de la cárcel a los presos en la misa de la mañana, y el Aniceto escucha mientras le suena el celular que debió apagar, y el cura que lo mira con cara de orto; papá no se siente muy bien dice la madre y al apagarlo presiente que el viejo se murió, presintiendo muy bien.
Se murió un gendarme retirado que supo pagarle el sexo a las indias con billetes de lotería; tomá tu plata que tiene mucho número, repetía medio en pedo lo que una india en Clorinda le decía devolviéndole el billete, después de acoplarse. Tiene mucho número, no sirve. Dale que dale a
Le sale bien el papel de doliente al hijo del muerto, sin desaprovechar oportunidad de apretar de más a alguna de las presentes que se acercan a consolarlo y que se retiran prontamente a comentar la mano que se ligaron y el beso etílico que les llegó en todos los casos muy cerca de los labios, ( habilidad de Osvaldo); tan cerca de la boca, que su mujer,
Aniceto hijo mira al muerto Aniceto padre y piensa que por cinco días hábiles no tendrá que ver a los presos que lo humillan ni a los chicos humillados. La mujer de Aniceto hijo piensa que por tres días hábiles no tendrá que soportar a los chicos a los que adora, sin contar a
El Aniceto vivo, el Osvaldo, se retira del velatorio a comprar cigarrillos, mañana cuando cierren el cajón va a ser jodido, piensa, y piensa que no vendría mal putarraquear un rato y pegarse una ginebra mientras arranca el auto y se aleja tarareando una de esas cumbias que nunca dejan de sonar en esos Falcon verde agua, full full, y a gas, claro está.
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