martes, 14 de octubre de 2008

Carlita (relato de Ricardo Murúa)


La mayoría de las maestras se queja siempre de los alumnos, su molestia no reside en que ellos aprendan menos de lo enseñado en clase, eso es una parte vital del juego, el premio y el castigo residen en ese toma y daca azaroso en el que pueden coincidir o no lo enseñado realmente con lo que toman en las evaluaciones, mejor dicho, en las mediciones, porque evaluar es otra cosa, me explicó Carlita cuando estudió magisterio.

Ella que nunca se quejó de sus alumnos.

No es frecuente que los alumnos aprendan más que lo enseñado porque la férrea vigilancia docente lo impide; cada cosa a su tiempo, de lo más simple a lo más complejo, sin apresurarse pero sin detenerse; eso que me preguntás, Carlita, lo vas a aprender en sexto, tené paciencia.

El lamento velado, subterráneo, el secreto a voces, lo inconfesable, es que los alumnos aprenden cosas distintas de las enseñadas, aprenden lo distinto, eso que no contienen ni los programas, ni las carpetas didácticas, ni los planes diarios, ni los pizarrones. Lo distinto, eso que no se puede controlar ni corregir en los cuadernos, ni en las carpetas porque ahí no está, ni en las lecciones orales, ni en las pruebas mensuales, semestrales, anuales. Lo distinto es , para las maestras, lo peligroso papá, es lo omitido, lo callado, lo negado, lo que ellas no pueden permitirse pensar; sí, claro que algunas son un poco cómplices, pero hay que trabajar con todas viejo, si no, no sirve; claro Carlita.

A veces me dan ganas de matarlas porque una de sus preocupaciones constantes, te digo más, excluyentes, es el tiempo. Quiero decir los días, horas, minutos y segundos que faltan para que llegue el viernes, el feriado, el cierre del ciclo lectivo, y su jubilación, en ese orden; explicaba en la mesa Carlita, cuando era delegada gremial en la escuela. Clara estaba muy preocupada, pero no menos orgullosa; Guillermo, es peligroso, son tiempos muy difíciles; y cuándo no Clara, cuándo no, además vos y yo sabemos que hace lo que tiene que hacer. Y cúando no Guillermo, cuándo no, vos y yo sabemos... Intercambiábamos los roles del temor para proteger al otro, al otro que invariablemente se iba de la mesa para buscar ese segundo en el que se aprietan fuerte los ojos y se traga saliva para ahuyentar alguna lágrima.

Una vez Carlita investigó en equipo los efectos del tabaquismo, para lo cual se reunió en la casa de Juan. Luego de recortar revistas con publicidades de cigarrillos con autos lujosos y chicas hermosas acompañadas por muchachos apuestos en playas como paraísos, colocaron leyendas con errores de ortografía a cada una de las imágenes. Tomó la merienda en lo de su amigo, volvió a casa, leyó sus revistas un buen rato tirada en la alfombra, cenó, y durmió toda la noche; dále Carlita levantáte. A la hora oportuna pasaron al frente, mostraron con inocultable vergüenza ese mamarracho que ayer les pareció hermoso, pensando, con cara de escuchar al compañero que a su turno recita, pensando que la señorita fuma, que tiene aliento a cenicero cuando les dice linda lámina. La conclusión que sacamos es que si una persona fuma tiene más riesgo de morir que una que no lo hace; muy bien, espero que todos hayan entendido, ahora otro equipo.

Señorita, esa conclusión a la que llegó el grupo que integra mi hija es una verdadera gansada; Guillermo, así no; bueno, por lo menos es una conclusión estúpida; Guillermo, en vez de estúpida decí reduccionista. Clara, vos viste la cara de gansa y de estúpida que puso cuando le dije reduccionista, a esa escuela no voy más.

Pero volví cuando otra docente recomendó una investigación acerca de la no violencia, para el jueves; a ver qué encuentran, el que busca encuentra, no se olviden, para el jueves, bien prolijos los trabajos, miren que es para el día internacional de la mujer. Dijo eso y también dijo; no me pregunten cómo hay que hacerla que ya son grandecitos, están en sexto; nos contó Carlita, mientras almorzábamos.

El equipo se juntó esta vez en nuestra casa, sobre la  alfombra; qué será la violencia, pensaron, pensaron; demasiado pensaron estos pendejos, me dijo años después un coronel, cuando con Clara pateábamos cuarteles buscando a Carlita, cuando ya no nos íbamos de la mesa para apretar la angustia. Paredón va con tilde, paredón y nación van con tilde, carajo, gritaba Carlita corriendo, revoleando el aerosol, esquivando por Diagonal Norte el avance de los milicos montados, de todos los milicos montados en la nación que vendieron.

Querés escuchar papá?, el segundo satélite artificial fue también un vehículo espacial soviético, de nombre Sputnik 2, lanzado el 3 de noviembre de 1957, llevaba a bordo a una perra; eso, Carlita, no te lo enseñó la maestra. Escuchá, realizó las primeras mediciones biomédicas en el espacio; eso no lo copies en tu cuaderno Carlita; escuchá, cuando este satélite entró en la atmósfera terrestre se destruyó, después de 162 días de vuelo. 

Después de 162  días  su perra Laika, seguramente extrañándola, se murió.

 

 

 

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