martes, 14 de octubre de 2008

Testigo de Jehová (relato de Ricardo Murúa)


El hombre es testigo de Jehová, viste, camina y respira como un testigo de Jehová y habla con la arrogancia, suficiencia y tosudez que sólo puede tener alquien a quien Jehová eligió como testigo de sus actos, ante quién, ante qué o a raíz de qué conflicto, lo ignoro. La valija de cuero gastada y henchida de los Atalaya, increíble revista en cuya tapa conviven un león manso, un cordero obeso y una familia merendando, editada en una calle de Bostón, en una oficina con un número telefónico tan largo que  sugiere lo oneroso  de realizar alguna consulta de buena fe o decir hijos de puta, hace que el testigo camine con un leve desbalanceo que le resta su condición de testigo, que no sé si no será de cargo, pero como in dubio pro reo, dejemos las cosas como están y al  tipo que camina ese domingo por unas calles de lo más adorables, con casas de lo más adorables  y familias acordes a esa condición, sin mencionar que en la mayoría de ellas hay hombres con una manguera en la mano lavando camionetas japonesas nuevas, y en la misma mayoría hay una mayólica con la imagen de este Papa que no se muere nunca y la leyenda somos católicos por si hace falta alguna aclaración, y todo para evitar la intromisión de hombres con valijas con Atalaya, que apenas superan con su perseverancia o cinismo a los militantes trotskistas proletarizados repartiendo volantes a la salida de la fábrica que en ese barrio adorable no hay, y digo que cuando el tipo llega a la puerta de la calle Los Tilos 65 ya está lleno de salivazos porque si no lo golpean es porque en ese barrio no golpean a nadie, por lo menos a la vista de otras personas que no sean las golpeadas en carne propia, y que cuando la puerta se abre, el señor que la abre le dice al testigo escupido, pero qué barbaridad hombre pase y lávese, por favor, qué gente, eso no se hace, que cada uno debe tener las creencias que considere y respetar la de los otros, y unos pasos más adelante por el pasillo se aparece la imagen de la virgen, no me preguntes cuál porque la virgen es la misma siempre, lo que pasa es que aparece en todas partes como los testigos;  esto es una barbaridad que lo traten así, mire sin ir más lejos yo soy ministro de la eucaeristía, y el testigo que sale del baño y que no lo va a poder evitar porque ya mira a la virgen y ya está abriendo la valija y ya salen los Atalaya, los nuevos y los atrasados, con negros rengos que abrazan a rubios que te regalan salud o al revés y el ministro que adivina la primera frase que todavía no salió de aquella boca, y que ya se dispone a desplegar sus ejércitos discursivos pertrechados de argumentos teológicos aprendidos en tantos años que le impidieron tener una familia y en el barrio que se dice que es puto y que lo único que le sale de la boca rosada es si me hablás mal de la virgen te suelto el dogo y la puta madre que te remilrecontrareparió, andáte o te mato, y de esto, sabe Dios,  jamás se va a arrepentir.

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