martes, 14 de octubre de 2008

Los nominales (relato de Ricardo Murúa)

 

 Este pueblo tiene habitantes con una fuerte tendencia nominalista y, por si no tienen en claro lo que significa nominal, o creen tenerlo en claro pero poseen sin saberlo sólo una opinión falsa, o en el peor de los casos no saben y alardean saber por no parecer ignorantes, procederé a ilustrarlos. Digo que las personas de este pueblo ponen nombre a las cosas sin que efectivamente, en la práctica, esas cosas tengan algo de realidad. Como me quedan dudas de haber aclarado el concepto, aunque sólo dudo de mis ocasionales lectores, daré algunos ejemplos para que después digan ahhhh, con aire de suficiencia, la misma que reina en este pueblo.

En un momento del día que no pretendo definir uno decide comprar pan, alimento sano y universal desde los tiempos remotos, y procediendo según el criterio del dicho: “al pan pan y al vino vino”, frase nominalista porque carece de verbo, uno concurre a esos locales que hay en el pueblo, algunos en apariencia más confiables que otros; entra seguro, confiado porque el pan es barato y el dinero alcanza aunque pretendan abusarse con el precio, y recibe invariablemente la misma pregunta con variaciones en el timbre de voz, claro está; qué quiere. Pan, dice uno sin pensar que la pregunta es inadecuada, que debió ser qué va a llevar pero no qué quiere, porque si entré, y disto de parecer un asaltante, es porque quiero comprar, y como el local vende pan o productos hechos con harina de trigo, la pregunta es irritante.

Olvidé decir que en esos locales hay carteles que con tipografías distintas anuncian la venta de pan a través de la palabra PANADERÍA, por lo que me eximo de cualquier torpeza o falta de comprensión.

Es entonces cuando en esos comercios nos dicen, uso el nos por si ustedes ya fueron y les pasó lo mismo que a mí, nos dicen no hay pan; ah, no hay pan; no, no hay pan, y unos segundos de silencio ominoso cargan el espacio; pero, no hay; no, no hay; y dónde puedo encontrar pan a esta hora, y el esta hora indica de nuestra parte que a esa hora debería haber pan porque es temprano de mañana, salvo que alguien haya venido antes y llevado 100 kilos de pan, cosa improbable, pero más improbable cuando uno ya recorrió tres panaderías y duda de que alguien necesite 300 kilos de pan y duda más de que tres personas hayan necesitado 100 kilos cada una o dos 150. Y no sé dónde puede conseguir pan, qué quiere que le diga; uno no quiere que le digan nada, uno quiere que saquen el cartel y que se lo metan en el culo, pero uno no dice eso porque es educado. Cuidado, el hambre merma la educación, cuidado.

Voy a pasar a otro ejemplo porque éste me pone particularmente nervioso, es sabido que comer sin pan es comer sin pan, tautología descriptiva si las hay.

Uno pincha una goma del auto. Es algo inquietante porque uno cree que inmediatamente pinchará otra luego de poner el auxilio, y qué hacer si eso sucede, pedir ayuda, pero todos pasan tan rápido y aquí el celular no tiene señal. Inquieta más porque uno viene de intentar comprar pan. Vemos el cartel gigante GOMERÍA y, como corresponde, una goma de tractor semejante al cartel junto con otra variada simbología: mujeres desnudas en afiches, compresores, máquinas que parecen de tortura, una bañadera con agua mugrienta, perros agresivos que no dejan bajar del auto. El encargado no se acerca, está sentado mirando un partido en una tv blanco y negro, uno no entiende por qué no se acerca el tipo que antes llamé encargado, hasta que sí entiende cuando grita que el gomero no está. El gomero no está grita otra vez como si eso fuera normal, como si dijera fue un varón o fue una nena qué otra cosa puede ser; después dice, pregunta mediante, no sé cuándo va a venir, se fue hace rato se fue.

Entonces era cierto, el nombre no es el arquetipo de la cosa como decía el griego, entonces es cierto que en las letras de rosa no hay una rosa, que en la palabra Nilo no está el Nilo, y uno sabe que matar a este tipo es un acto de justicia, pero decide seguir así, perplejo.

Este ejemplo también altera mis nervios, como los alteró cuando decidí tomarme la presión arterial. Tenía la cara un tanto caliente y un hormigueo en algunas partes del cuerpo cuando paré en esa farmacia para que me controlaran la presión. El cartel decía TOMAMOS LA PRESION; no hay aparato no le puedo tomar la presión, crúcese al hospital, si claro a la guardia. La guardia de un hospital es el lugar donde un médico o varios de ellos, con un enfermero o enfermera o varios de ellos, ellas, atienden dolencias agudas de personas que lo requieren. Yo lo requiero porque las hormigas me caminan por la cara y veo, o casi veo, a la señora que me dice que tengo que sacar turno; mire que me siento muy mal; ella me pide que mire a toda esa gente esperando, y yo que casi ni la veo a ella, cómo voy a ver a la gente, sólo la huelo eso sí. Calculo que debe haber mucha gente, bebés sobre todo, bebés con pañales sucios, y las hormigas ya parecen cucarachas caminando sobre el pan que no encontré; y habré guardado el crique cuando cambié la goma, me parece que no. Entonces qué tengo que hacer; y yo qué sé, me dice, espere. Y esperé, y esperé, y esperé,  esperé, esperé. 

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